"Tocábamos porque el océano es grande y da miedo, tocábamos para que la gente no notara el paso del tiempo, y se olvidara de dónde estaba, y de quién era. Tocábamos para hacer que bailaran, porque si bailas no puedes morir, y te sientes Dios. Y tocábamos ragtime, porque es la música con la que Dios baila cuando nadie lo ve."
Novecento es un relato que el escritor italiano Alessandro Baricco (Turín, 1958) escribió para un actor en 1994. No tenía claro que fuera una obra de teatro, sólo tenía claro que era una historia para ser contada en voz alta. Giuseppe Tornatore la llevó al cine en 1998, con Tim Roth en el papel del pianista que la protagoniza, y pasó sin pena ni gloria, porque la potencia de este relato no está en las imágenes que un creador genere para contarla, sino en la propia mente de quién la escucha y la imagina. Por eso un montaje como este que llega al Maravillas, donde Miguel Rellán está absolutamente solo en escena, sin más adorno que la luz, su cuerpo y su voz, es un pasaporte seguro hacia una gran experiencia. Por eso colgó varias veces el cartel de "Agotadas las localidades para hoy" en el Teatro Español, donde se estrenó hace dos temporadas. Y el mismo éxito ha tenido en otras dos salas de la capital donde se ha podido ver y en los múltiples teatros de España por donde ha girado.
"Tuve la fortuna de conocer un año en el Festival de San Sebastián -rememora Rellán- al mítico Vittorio Gassman, y en una conversación que tuvimos allí con cubatas por medio, hablando de teatro y esas cosas, se puso de pie... nunca se me olvidará... y poniendo una mano a la izquierda y otra a la derecha, dijo: un actore... un spectatore... teatro. Y así es, a esta función no le hace falta más. Raúl Fuertes (el director) y yo empezamos a ensayar con algunos elementos, no sabíamos por dónde meterle mano, y poco a poco fuimos desechándolo todo, por inútil, porque no hacía falta nada. Lo dejamos en la médula, que es simple y llanamente la historia de un tipo que lo ha perdido todo, que ha tenido que vender hasta la trompeta, y lo único que tiene es una cosa: una historia, la historia de su amigo Novecento. Si ustedes me lo permiten, se la cuento."
El montaje llega al Maravillas para hacer 12 únicas funciones, pero mucho nos tememos que podría estar muchas semanas más. Es de esas obras que activan como ninguna otra el boca a oreja. Quizás estemos ante un nuevo fenómeno como el que supuso 5 horas con Mario, el monólogo de Miguel Delibes ya por siempre unido a la figura de Lola Herrera, que empezó a interpretarlo en 1980 y todavía hoy se recupera de vez en cuando (sin ir más lejos en este próximo mes de mayo en el Teatro Reina Victoria). Lo más curioso es que Novecento ha supuesto para Miguel Rellán el primer monólogo de su ya extensa y exitosa carrera como actor.
"Lo que menos me apetecía en el mundo era hacer un monólogo -cuenta Rellán con su habitual retranca-. Hay un proverbio, que debe ser chino o árabe, porque todos los proverbios o son chinos o son árabes, que dice: A lo que te hayas de negar, niégate cuanto antes. Yo no lo hice. En vez de decirle a Raúl que no, de entrada, le dije sí, vale, déjamelo que me lo lea. No era la primera vez que me ofrecían monólogos, pero siempre me parecían exhibiciones actorales un poco inútiles y tontorronas. Yo tengo un ego relativo y eso de lucirse en un escenario, que si mire usted todo lo que sé hacer, a mí no me gusta. Pero le dije, sí, Raúl, me lo leo. Y pasaba el tiempo y no me lo leía. Y Raúl me llamaba: ¿te lo has leído Miguel? Y yo pensaba: qué pesadito el niño. Y una noche ya me lo cogí y me lo leí y, oye, acabé a las 3 de la madrugada y lo llamé. Lo llamé porque sé que es noctámbulo. Yo quería hacer eso. Quería hacerlo para ver la cara de la gente mientras les contaba esta maravillosa historia. Los seres humanos, a veces, tenemos rasgos de generosidad curiosos, y esto de decirle a alguien mírate esta película, léete este libro, ve a ver esta obra de teatro... eso son regalos que vamos haciendo."
Novecento nos conecta con la infancia, porque sentados en el patio de butacas, a oscuras, miramos admirados a ese señor ahí arriba que nos va contando una historia alucinante, nos mantiene en vilo como los mejores narradores, pura esencia. Un acto íntimo entre el actor y el espectador que se vive con gran intensidad, un encuentro de los que marcan y dejan huella, como un concierto de cámara interpretado por virtuosos. Y lo más increíble es que, tratándose de la historia de un pianista, no se oye ni una sola nota de música en toda la función. Sin embargo, no hay ni un solo espectador que no haya escuchado todos los conciertos de Novecento en su cabeza.
"Yo fui el primero en enamorarme del texto y ese es el primer paso para querer contarlo. A todos nos gusta mucho que nos cuenten historias y esta es una historia, a mi juicio, bellísima, que emociona, que te transporta sin moverte del sitio. Es difícil encontrarse con un monólogo de semejante categoría, nunca se lo agradeceré lo suficiente a don Alessandro Baricco, al que no tengo el gusto de conocer todavía."
Todo llegará. De momento, nosotros estamos encantados de tener los martes en el Maravillas a un actor de la categoría de Miguel Rellán, que hace justo 10 años estrenaba en Madrid, aquí en nuestro teatro, la obra que escribió para él (y para Beatriz Carvajal) Miguel Hermoso, Cuentos del burdel, que también dirigió. Buena forma de celebrar un nuevo encuentro con nuestro público, entre el que el propio Rellán dice encontrarse. "Voy mucho al Maravillas, siempre ha tenido una programación muy buena, ahora con El crédito, antes con Shirley Valentine de mi amiga Verónica Forqué... soy público orgulloso del Maravillas." ¡Nada nos hace más felices!
"La última vez que lo vi estaba sentado sobre una bomba. En serio. Estaba sentado sobre una carga de dinamita así de grande. Es una larga historia... Él decía: 'No estás jodido verdaderamente mientras tengas una buena historia a cuestas y alguien a quien contársela.' Él sí que tenía una buena historia... Él era su buena historia. Delirante, a decir verdad, pero hermosa... Y aquel día, sentado sobre toda aquella dinamita, me la regaló. Porque yo fui su mejor amigo... Y he hecho tonterías, y si me ponen boca abajo nada saldrá de mis bolsillos, hasta la trompeta vendí, todo, pero... aquella historia no... ésa no la he perdido, todavía está aquí, tan límpida e inexpicable como tan sólo lo era la música cuando, en mitad del océano, la tocaba el piano mágico de Danny Boodmann T. D. Lemon Novecento."