Joseph Rudyard Kipling nació en Bombay el 30 de diciembre de 1865 cuando todavía era parte de la India Británica. Murió en Londres el 18 de enero de 1936. Esto quiere decir que este año estamos recordando y celebrando doblemente al autor de El libro de la selva: se cumplen 150 años de su nacimiento y 80 de su muerte. En La India la efemérides no les quita mucho el sueño, pues todavía no le terminan de perdonar su adscripción incondicional al imperialismo colonialista. En Gran Bretaña sí ha habido y hay previstas actividades que conmemoran su vida y su obra. No en vano, fue el primer inglés en recibir el Premio Nobel de Literatura en 1907 y su célebre poema If... fue elegido como el favorito de los lectores británicos. En España, más allá de la exposición que se pudo ver en la Biblioteca Nacional entre septiembre y noviembre del pasado año 2015, poco más se ha hecho. Bueno, nosotros cada domingo en el Maravillas celebramos la alegría, la amistad, la solidaridad, el respeto por el otro, por el diferente, la inclusión de todas las sensibilidades, toda una serie de valores importantes para un desarrollo vital pleno de los más pequeños, en un musical basado en el clásico que protagoniza el inolvidable Mowgli.
El libro de la selva es, sin duda, el título más célebre de Kipling, y hoy queremos compartir algunas de las curiosidades y secretos más llamativos de esta obra inmortal que reposa en muchas mesitas de noche de muchos niños de todo el mundo. Y conviene empezar recordando que el famoso libro, también conocido bajo el título de El libro de las tierras vírgenes, no contiene tan solo una historia, sino que es una colección de siete relatos (que se fueron publicando en revistas periódicas entre 1893 y 1894) que tuvo además una segunda parte, El segundo libro de la selva. Sólo las tres primeras historias de esas siete que recoge El libro de la selva están protagonizadas por Mowgli: Los hermanos de Mowgli, La caza de Kaa y ¡Tigre! ¡Tigre!. Ahí es donde se cuenta el relato que todos conocemos sobre un niño adoptado por una familia de lobos, educado por un oso (Baloo) y protegido por una pantera (Bagheera) del acoso constante del tigre Shere Kan. Los otros cuatro títulos de la colección están protagonizados por una foca (Kotick en La foca blanca), una mangosta (Rikki en Rikki-tikki-tavi), otro niño (Toomai, el de los elefantes) y un buen puñado de animales que forman parte del ejército británico en un campamento de Pakistán (Los servidores de su Majestad).
Nada en las obras de Kipling está hecho al azar, todo pende de una simbología concreta. Sin ir más lejos el nombre de Mowgli (personaje que, curiosamente, había aparecido antes como adulto en algunos relatos del libro de 1893 Figuraciones varias). Mowgli es una palabra que significa 'rana'. Frente a todas esas criaturas poderosas que habitan la selva (el tigre, la pantera, el oso, el lobo, la serpiente...), la rana es un ser frágil pero escurridizo, pequeño pero juguetón. Se ha escrito mucho sobre la identificación del propio Kipling con este personaje universal y sobre la creación de un mundo mágico y salvaje como recreación del paraíso perdido de la infancia del propio escritor. Cuando escribió estos relatos, el autor vivía en Vermont, Estados Unidos, y los publicó en la popular revista infantil St Nicholas, que él mismo había leído y disfrutado de pequeño. Para él, los niños eran un público bastante más importante y exigente que el de los adultos. Esa época fue la más feliz y productiva de su vida, pues al tiempo que escribía las aventuras de Mowgli, florecía su propia familia. Dicen que las ideas iniciales le vinieron a la mente mientras su mujer, Caroline, estaba embarazada de su primera hija, Josephine. Elsie, su segunda hija, nació en 1896, poco después de terminar El segundo libro de la selva. "Favoreció su creatividad la vida tranquila en la región montañosa de Vermont, famosa por su belleza natural y su clima saludable, donde construyó su primera casa, Naulakha, en la que escribió y revisó la mayor parte de los relatoss de El libro de la selva", escribe Kaori Nagai en la introducción a la edición de la obra de Penguin Clásicos.
Kipling vivió en la India hasta que cumplió los 5 años y lo llevaron a Inglaterra para iniciar su escolarización (con el consiguiente trauma). Esos 5 años son probablemente los más felices de su vida y lo sintetiza con la creación de un joven héroe, Mowgli, un niño angloindio como él que habitó la selva hasta que retornó al mundo civilizado. En ese breve periodo, el espacio feliz de la infancia, el escritor tuvo su relación más pura con la India, en nada contaminada por las relaciones políticas o jerárquicas entre la colonia y su metrópoli. Se dice que en un principio la selva de los relatos era un reflejo de un territorio que conocía bien, los montes Aravulli, en el actual Rajastán, pero que poco más tarde decidió trasladar la ubicación a los montes de Seeonee, un lugar del centro de la India, que él nunca había visitado, conocido actualmente como Seoni, donde está ubicado el Parque Nacional de Kanha desde 1955. Allí está una de las reservas de tigres más importantes de la India. Es fácil hacer una correlación entre el nombre del parque y el del malvado tigre que amenaza constantemente la vida de Mowgli.
Los animales son los auténticos protagonistas de El libro de la selva, donde impera una ley inquebrantable. Muchos de los protagonistas de los relatos de Kipling están inspirados en animales que él mismo pudo conocer en sus estancias en la India. Ese amor por el reino animal le viene directamente de su padre, John Lockwood Kipling, artista e ilustrador que trabajó como profesor y conservador de museo en Bombay hasta 1893. Dos años antes, el padre publicó el libro Beast and man in India, en el que describe con todo detalle los animales de la India en sus relaciones con la gente y en el que el hijo incluyó varios poemas sobre monos, asnos, búfalos, bueyes y otras criaturas. En aquel tiempo, la figura del animal salvaje era habitual en trabajos literarios o científicos. Baste con citar a Darwin (El origen de las especies, 1859) y a Lewis Carroll (Alicia en el país de las maravillas, 1865). Lo absolutamente genial en Kipling es recoger la tradición literaria de la fábula animal a través de relatos realistas protagonizados por animales. En una carta de respuesta a otra que un niño le envió mostrándole su admiración, Kipling le escribía: Escribir libros de la selva es harto difícil. Tengo que traducir el lenguaje de los animales y el de la selva a un inglés sencillo y comprensible. Cuando un tigre o un oso dice "Grrr" en tono agudo quiere decir algo muy distinto de "Grrr" en tono grave, y cuando dice "¿Grrr?", como si estuviera formulando una pregunta, significa otra cosa. Y lo msmo ocurre cuando dice "Grrr-rrr" con una pausa en medio.
El libro de la selva recoge también otra tradición, la de historias de niños-lobo que tienen probablemente su origen seminal en mitos como el de Rómulo y Remo, los gemelos que, amamantados por una loba, fundaron la ciudad de Roma. En el siglo XIX, época dorada de las exploraciones en tierras remotas, renace el interés por estas historias, que siempre presentaban niños mudos, feroces, sucios, espantosos. Mowgli, todos lo sabemos, no es así para nada, y esa es otra de las novedades introducidas por Kipling. Mowgli es limpie e inteligente, adopta con rapidez los usos y costumbres de su entorno animal, incluso su lenguaje. Sus historias son más aleccionadoras que supersticiosas. Madre Loba le da el nombre de Mowgli la Rana por su desnudez y vulnerabilidad y pide a todos los animales de la selva que lo protejan. Como la rana, que se mueve con soltura en el agua y en la tierra, Mowgli es un cachorro de hombre que encaja en la naturaleza salvaje de la selva, sobre todo porque la respeta.
En definitiva, El libro de la selva es una obra inmortal, un clásico cuya genialidad está sustentada en un buen puñado de elementos que tienen que ver con la vida de su autor y con el lugar y el tiempo histórico que le tocó vivir. Ha llegado hasta nuestros días también gracias al impulso que tantos cuentos clásicos han recibido de Disney. La gran factoría de sueños animados estrenó su versión en 1967 y fue la última que supervisó personalmente Walt Disney, que murió meses antes de su estreno. Luego ha habido un sinfín de telefilms, series de dibujos, videojuegos y montajes teatrales basados en el mítico título de Kipling. Y mientras llega la esperadísima nueva película de Disney (en abril, con premiere mundial en India y con las voces, nada menos, que de Bill Murray, Scarlett Johansson y Ben Kingsley), la versión teatral que se puede ver cada domingo en el Teatro Maravillas (pinchando aquí tenéis toda la información y podéis comprar entradas) hace un guiño también a las personas con discapacidad auditiva, siguiendo la estela de apertura, compromiso y felicidad que imprimió el escritor a su criatura predilecta.